AMADO DIOS, en este nuevo amanecer que se despliega ante mis ojos lleno de promesas y desafíos, quiero tomarme un momento para elevar mi voz hacia ti con humildad y amor, reconociendo tu inmensa presencia en mi vida y en la vida de aquellos que más amo, mi querida familia.
Antes de dar un paso fuera de este umbral que separa la seguridad de mi hogar de las incertidumbres del mundo exterior, deseo entregarte con profunda confianza y gratitud las riendas de mi existencia y la de mis seres queridos, como un acto de entrega sincera y un recordatorio constante de que tus planes siempre son superiores a los nuestros.
Sé que a lo largo de esta jornada, a medida que el sol asciende en el horizonte y tiñe el cielo con sus tonos dorados, habrá desafíos que enfrentar, decisiones que tomar y momentos de alegría y tristeza que vivir. En cada uno de estos momentos, imploro tu guía y protección, para que no nos sintamos solos ni desamparados en medio de las adversidades, sino fortalecidos por tu presencia constante.
Te suplico, Padre misericordioso, que nos guardes de los peligros visibles e invisibles que pueden cruzar nuestro camino. Sé nuestro escudo contra las fuerzas que intentan quebrantar nuestra paz y separarnos de tu amor. En momentos de dificultad, ayúdanos a recordar que tu poder es más grande que cualquier obstáculo y que tu amor es más profundo que cualquier herida.
En esta comunión de palabras y pensamientos, en este acto de fe y confianza, me uno a la voz de generaciones que han clamado a ti en busca de dirección y esperanza. AMÉN.