Dios mío, mi amado Padre celestial, me acerco a Ti con humildad y sinceridad, reconociendo que en tu infinita sabiduría conoces los más íntimos anhelos de mi corazón y comprendes las verdaderas necesidades de mi alma. Sé lo que quiero, pero reconozco que mi visión es limitada y mi entendimiento es parcial, mientras que el tuyo abarca el universo entero.
Por eso, te pido que me concedas la sabiduría necesaria para discernir entre mis deseos terrenales y tus divinos propósitos. Que mi mente se ilumine con la luz de tu verdad y que pueda comprender cuál es el camino que Tú has dispuesto para mí, aquel que me lleva hacia el crecimiento espiritual y la plenitud en tu amor.
Sin embargo, también comprendo que hay aspectos de mi vida que escapan a mi control y que hay circunstancias que no puedo cambiar. En esos momentos de incertidumbre y desasosiego, te suplico, mi Señor, que me concedas la serenidad y la aceptación para confiar en que todo está bajo tu cuidado y que tu plan es perfecto, aunque a veces no lo comprenda.
Que mi corazón sea receptivo a tu voluntad y que aprenda a soltar las cargas que no me corresponden, depositándolas en tus manos poderosas y amorosas. Confiando en que cada prueba, cada desafío y cada adversidad que encuentro en mi camino son oportunidades para crecer en fe y confianza en ti.
En el nombre de Jesús, tu Hijo Amado, quien nos enseñó a orar «hágase tu voluntad», te pido que moldees mi ser conforme a tu imagen, que me transformes en un instrumento de tu amor y misericordia, dispuesto a llevar a cabo tu obra en este mundo.
Amado Dios, en esta oración extensiva, entrego mi vida y mis deseos en tus manos, sabiendo que tú siempre obrarás para mi bien y el bien de todos aquellos que te aman. Que cada paso que dé sea guiado por tu luz divina y que mi fe en ti se fortalezca cada día más.
Así pues, con un corazón confiado y lleno de gratitud, concluyo esta plegaria con un fervoroso «Amén», porque sé que Tú siempre escuchas las súplicas de tus hijos y respondes con amor y bondad. Amén.