Hoy es martes 10 de junio.

Disponte al encuentro un día más con el Señor. Hoy te vas asomar al Evangelio de Mateo, donde Jesús nos da instrucciones sobre cómo estar en el mundo. La oración no es un punto de llegada, sino un punto de partida. Vienes a orar, pero no para quedarte aquí, sino para volver después como los obreros a su mies. Dios te dará instrucciones que faciliten el camino.
Prepárate para ese envío y hazlo poniéndote en su presencia y en sus manos. Que él te envíe y que tú no tengas miedo. La lectura de hoy es del Evangelio de Mateo.
«Jesús dijo a sus discípulos, «Vosotros sois la sal de la tierra, mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará?» Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte, ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa.
Brille así vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
¿Te imaginas lo que sería la sal sosa? Es como la alegría triste, la paz violenta, la esperanza derrotada, el amor egoísta. Son contradicciones que no podemos por más que queramos. Porque uno de los términos es opuesto al otro.
Así es el evangelio que anunciamos. O da sabor o es insípido o es buena noticia o no es nada. O apunta a Cristo o es estéril. ¿Te imaginas encender una luz para que ilumine una habitación vacía y cerrada? Aparte de un gasto Es inútil. Dios ha puesto en ti y en cada ser humano una luz.
Es reflejo de la suya. Es transparencia de su presencia y de su espíritu. Pero hay una tentación muy universal que es la de no dejar que se vea. Hoy Jesús te pide que brilles con su luz para que el mundo vea. Pregúntale con paz al Señor cómo puede ser sal y cómo puede de ser luz. Trata de ir intuyendo las respuestas.
Quizás sea el silencio. Quizás las palabras. Quizás mostrando con tus gestos lo que él hace. Hay tantos caminos como personas y tú has de encontrar el tuyo. Pero pídele la claridad para que no sea un camino estéril o una opción contradictoria. Pídele que no seas sal sosa o luz escondida.
Al contemplar de nuevo la escena, fíjate en Jesús como maestro. Habla, explica, pone ejemplos. Y lo único que te pide a ti y a cada oyente que está en ese grupo es tener la actitud del discípulo. Dejar que él te enseñe y luego llevar a la vida esa enseñanza. Jesús dijo a sus discípulos.
Vosotros sois la sal de la tierra, mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte, ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa.
Brilla así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro padre que está en los cielos. Yo apuesto por lo humilde. Renuncio a la apariencia en el vestir, en el hacer y en el decir. Renuncio a las palabras solemnes y a cualquier forma de opulencia. Renuncio a arrimarme a los más grandes y a sentarme en sus mesas vacías.
Renuncio a los fingimientos estériles y a ocultar los límites de la pobreza. Renuncio a un corazón altivo y a soñar castillos de arrogancia. Renuncio a juzgar y condenar como si fuese te amo de certezas. Yo, apóstol, desde la humildad, amo las pocas palabras llenas y sinceras.
Amo las formas humildes en el ser y en el hablar de mis cosas. Amo las pocas cosas de la pobreza, tan ricas ellas, hermosas y duraderas. Amo a la gente humilde, grande siempre en su sencillez. Amo las manos campesinas y las las miradas limpias. Amo los bichos pequeños, el agua, la nieve, las hierbas.
Amo los besos y la ternura y la acogida de un buen abrazo. Amo la amistad fiel y el perdón que la alienta. Amo arrepentirme cada día y buscar la verdad que libera. Amo la comunidad transparente y compartir mi vida entera. Amo la lucha callada, Tente, por un mañana que ya despierta. Amo a Dios, porque es humilde creador.
Amo a Jesús, porque es humilde salvador. Amo el espíritu, porque es humilde soñador. Amo a María, porque es humilde madre de mi Señor. Apuesto por lo humilde y sencillo. Y por estos versos pequeños para decir lo que quiero. Al llegar al final de esta oración Habla con el Señor de lo que te ha sugerido su palabra.
Si te reconoces en esas imágenes insuficientes, pídele luz y fuerza para cambiar. Si te ves como sal que da sabor o luz que apunta en su dirección, agradécelo y ofrécete para ser su testigo. Si como el discípulo aún necesitas interiorizar la llamada, calla y acoge su palabra. Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.