Querido y Amado Dios, en este momento elevo mi voz hacia los cielos para expresar mi inquebrantable confianza en Ti, reconociendo que eres el supremo arquitecto del universo y que en Tus manos reposa el destino de mi vida. Con una fe inquebrantable, afirmo que cada paso que doy, cada desafío que enfrento y cada experiencia que atravieso están envueltos en el abrazo amoroso de Tu plan divino.
Aunque en ocasiones mis ojos se nublen por la incertidumbre y mi mente se abrigue con la sombra de la duda, me aferro a la certeza de que Tú conoces el camino que debo recorrer. Sabes mejor que nadie cuáles son mis anhelos más profundos y cuáles son los desafíos que necesito enfrentar para crecer y evolucionar. En cada momento de mi existencia, confío en que estás guiando mis pasos, cuidando de mí con un amor infinito y brindándome las oportunidades necesarias para alcanzar mi máximo potencial.
Así, cuando la tormenta amenaza con nublar el horizonte de mi vida, me afianzo en la seguridad de que Tú eres mi refugio y fortaleza. No permito que la desesperación asalte mi corazón, porque sé que eres el faro que me guía hacia la luz, el faro que ilumina incluso los senderos más oscuros.
Con esta convicción arraigada en mi ser, prosigo mi jornada con valentía y determinación. Aunque el camino pueda parecer escarpado y difícil de transitar, sé que, con Tu divina compañía, encontraré fuerzas para superar los obstáculos que se presenten en mi camino. Cada lección aprendida, cada lágrima derramada, cada alegría experimentada, todo forma parte de Tu plan, tejido con hilos de propósito y significado.
Por tanto, en la paz de mi corazón y con una gratitud inmensa, pronuncio este sincero «Amén». Amén a Tu amor incondicional que me sostiene, amén a Tu sabiduría que guía mis decisiones y amén a la certeza de que, en Ti, todo siempre saldrá bien. Que mi fe permanezca inamovible y que Tu voluntad sea la fuerza motriz de mi existencia. AMÉN.