Amado Dios,
Hoy me dirijo a ti con un corazón lleno de gratitud por el regalo de un nuevo día y por la certeza de que estás siempre a mi lado. En medio de la vida cotidiana, quiero recordar que no hay silencio que no entiendas, ni tristeza que no sepas, ni amor que ignores, ni lágrimas que no valores.
Tú, Señor, eres el testigo silencioso de cada pensamiento y emoción que albergamos en nuestro interior. Sabes de nuestras alegrías y nuestras penas, de nuestras esperanzas y temores. No hay nada que puedas desconocer, pues eres el Dios que conoce el corazón humano.
Hoy, te pido, Dios amado, que fortalezcas mi fe y me llenes de sonrisas. Porque sé que me amas y que siempre estás conmigo, encuentro la confianza para enfrentar este día con alegría y valentía.
Confío en que donde estás Tú, todo saldrá bien. En cada desafío y en cada momento de incertidumbre, sé que tu mano amorosa está trabajando para mi bienestar y prosperidad.
Amado Dios, en esta sencilla oración, te entrego mis pensamientos y emociones, mis alegrías y tristezas. Te agradezco por tu amor eterno y por ser mi refugio seguro en momentos de necesidad.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, elevo esta humilde plegaria. Amén.