AMADO DIOS, en el umbral de esta nueva semana que se abre ante mí, me inclino ante tu presencia con humildad y reverencia. Te entrego cada día que está por venir, confiando en tu infinita bondad y en tu guía divina que nunca falla. En este momento, te pido con fervor que derrames sobre mí tu protección, envolviéndome con tu manto sagrado que me resguarda de cualquier mal.
Concede, oh Señor, que mis ojos estén abiertos a tu visión celestial, que mi corazón sea receptivo a tu propósito para mí y que mi mente sea iluminada con la sabiduría que solo proviene de Ti. Permíteme discernir entre el bien y el mal, entre lo que me aleja de tu voluntad y lo que me acerca a cumplir tus designios divinos.
Con tu ayuda, oh Dios misericordioso, anhelo seguir el camino que has trazado para mí, sin desviarme ni perderme en las distracciones del mundo. Que mi camino esté alineado con tu voluntad, y que cada paso que dé me acerque más a la realización de mis más profundos anhelos, aquellos que has depositado en lo más íntimo de mi ser.
Confiado en tu poder omnipotente y en tu amor incondicional, elevo esta súplica ante tu trono de gracia, sabiendo que en ti encuentro refugio y fortaleza. Que así sea, AMÉN.