En este hermoso día, el resplandor del sol nos acaricia con su cálido abrazo, mientras que la brisa suave acaricia nuestras mejillas, recordándonos la presencia amorosa de Dios en cada detalle de la creación.
En esta jornada radiante, Dios nos envuelve con el manto de su amor infinito, revelando su bondad sin límites, su generosidad desbordante hacia nosotros, sus amados hijos e hijas.
Nos invita, con voz serena y llena de ternura, a despojarnos del miedo que paraliza nuestros corazones, porque Él, desde la profundidad de su ser, nos asegura que de sus manos nunca faltará el pan que sustenta nuestro cuerpo, la salud que fortalece nuestra existencia, la bendición que enriquece nuestro espíritu y los milagros que transforman nuestra realidad.
En cada rayo de luz que ilumina este día, en cada suspiro de vida que inhalamos, percibimos la inmensidad de su amor y la certeza de su cuidado constante hacia nosotros.