Amado Dios, en los días en los que la oscuridad parece envolverme, busco tu presencia reconfortante, sabiendo que en medio de las dificultades encuentro refugio en tu amor incondicional. Cuando el sol brilla en mi camino y todo parece estar en armonía, elevo mi corazón en gratitud, reconociendo que cada bendición proviene de tu generosidad infinita.
En los momentos en que la grandeza de la vida me llena de asombro y alegría, no puedo evitar alzar mi voz en alabanza, sabiendo que tú eres la fuente de toda belleza y maravilla en este mundo. Cada día, sin importar las circunstancias que me rodean, siento la necesidad profunda de tu guía y tu amor.
Así que, con humildad y sinceridad, te pido que nunca te apartes de mi vida. Permíteme sentir tu presencia en cada paso que doy, en cada decisión que tomo y en cada momento que vivo. En los momentos de triunfo, en los días de desafío, en las lágrimas y en las risas, te necesito más que nunca, para encontrar consuelo, para hallar dirección y para experimentar tu amor que todo lo abarca.
Que tu luz siempre ilumine mi camino y que tu amor siempre llene mi corazón. Amén.