Amado Dios, qué sublime es poder despertar cada mañana, sentir el aire fresco y elevar mi vista al cielo para contemplar la obra maravillosa de tus manos. Desde lo más profundo de mi corazón, te digo gracias, Señor, porque cada nuevo día es un regalo inmerecido de tu bondad. Eres quien cuida de mí en cada instante, quien me sostiene cuando me siento débil y quien me guía por sendas de paz. No hay mayor privilegio que saber que tu amor me envuelve, que tu mano me protege y que tu presencia me acompaña en cada paso que doy.

Gracias, porque me bendices con todo lo que realmente necesito, Señor. En medio de las dificultades y alegrías, puedo ver cómo tu gracia fluye en mi vida, llenándome de paz y de fortaleza. Tú eres el que abre las puertas correctas, el que ilumina mi camino cuando todo parece oscuro, y quien me recuerda que nunca estoy solo. En cada pequeño detalle de mi día a día, puedo ver tu cuidado y tu bendición manifestándose de formas hermosas y sorprendentes.
Mi vida es hermosa gracias a Ti, Señor. Nada de lo que tengo, ni lo que soy, sería posible sin tu presencia en mi vida. Tú eres la fuente de mi alegría, la razón de mi esperanza y el sustento de mi alma. Te agradezco por ser mi refugio y por llenarme de bendiciones que sobrepasan mis expectativas. Hoy, una vez más, te entrego mi vida con total confianza, sabiendo que bajo tu cuidado todo es perfecto. Todo esto te lo pido, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.