No tendré joyas de diamantes ni grandes lujos, pero con Dios, mi familia y mis amigos soy verdaderamente millonario. Aunque el mundo pueda medir la riqueza en posesiones materiales, hoy quiero reconocer que mi mayor tesoro está en las bendiciones que Tú, Señor, me has concedido. Mi riqueza se encuentra en el amor incondicional de mi familia, en la compañía y el apoyo de los amigos que has puesto a mi lado, y en la fe que me sostiene cada día. Tú, que eres el dueño de todo, me has dado lo más valioso: el amor y la paz que sobrepasan cualquier riqueza terrenal.
Gracias, Señor, por todas las hermosas bendiciones con las que colmas mi vida. Aprecio cada pequeño detalle que a veces doy por sentado: la risa compartida con quienes amo, la salud que me permite disfrutar de cada día, y la oportunidad de vivir bajo tu cuidado. No hay mayor tesoro que sentir tu presencia en mi vida, saber que estás conmigo en cada momento, y que tu amor me envuelve siempre. Tú me das todo lo que necesito y más, y por eso, mi corazón está lleno de gratitud.
Amado Dios, te pido que sigas bendiciendo mi vida y la de mis seres queridos, que podamos seguir disfrutando de las riquezas que no se compran con dinero: el amor, la fe y la amistad. Que cada día pueda recordarme que soy afortunado, no por lo que poseo, sino por la abundancia de tu gracia en mi vida. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.