Amado Padre celestial, en este viernes que amanece bajo el cobijo de tu amor eterno, me postro ante ti con un corazón rebosante de gratitud y reverencia. Reconozco, oh Dios, que mientras yo dormía, Tú, en tu infinita bondad y misericordia, preparaste este nuevo día para mí. Es un regalo precioso que recibido con humildad y alegría.
Doy gracias por cada aliento de vida que me concedes, por cada latido de mi corazón que palpita en sintonía con tu voluntad divina. En este día, te entrego mis sueños, mis anhelos y mis temores, confiando plenamente en tu providencia y en tu amor inquebrantable.
Padre celestial, guía cada uno de mis pasos en este día, ilumina mi camino con la luz de tu verdad y llena mi jornada con tu paz sobrenatural. Que tu presencia sea mi compañía constante, y que tu Espíritu Santo me fortalezca en los momentos de debilidad y me impulse hacia la plenitud de vida que has destinado para mí.
Permíteme vivir este día con alegría y esperanza, sabiendo que Tú estás obrando en cada detalle, obrando milagros y derramando bendiciones sobre mi vida. Que mi corazón rebalse de gratitud por tu bondad sin límites, y que mi testimonio de fe brille ante aquellos que me rodean.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, te ofrezco esta oración de agradecimiento y alabanza. Amén.