Amado Dios, al caer la noche y sentir la calma que trae consigo la oscuridad, mi corazón se llena de gratitud. El bullicio del día se ha apaciguado y la serenidad de la noche se asienta sobre la tierra. Es en este momento de quietud cuando más consciente soy de tus infinitas bendiciones. Gracias por el aire que respiro, por el techo que me cobija y por la paz que me ofreces. En la tranquilidad de estas horas, encuentro consuelo y fortaleza en tu presencia.
Con cada estrella que parpadea en el cielo, siento un reflejo de tu magnificencia. Has guiado cada paso que he dado durante el día, has sido la luz en mi camino y el soporte en mis momentos de incertidumbre. A medida que la luna asciende, mi alma se eleva en oración, agradeciendo cada sonrisa compartida, cada mano extendida y cada gesto de bondad que he recibido. Tu amor se manifiesta en las pequeñas maravillas cotidianas, y por ellas te doy gracias.
Y ahora, mientras me preparo para descansar, pongo en tus manos mis preocupaciones y mis sueños. Confío en que renovarás mis fuerzas y me llenarás de nueva esperanza para enfrentar el amanecer. Protege a mis seres queridos, bendice a aquellos que no tienen un lugar donde dormir y brinda consuelo a los que sufren. Que esta noche sea un bálsamo reparador para todos, y que al despertar, podamos continuar siendo instrumentos de tu amor y tu gracia. Amén.